viernes, 17 de julio de 2009

LA IDEOLOGÍA DEL MOVIMIENTO SINDICAL

LEAMOS AL MAESTRO LOMBARDO

Sigue vigente el pensamiento del maestro Vicente Lombardo Toledano, tanto como las enseñanzas de su acción práctica al frente de las organizaciones obreras de México y del mundo.

Es necesario que los maestros mexicanos , entre ellos los que construimos un proyecto sindical y educativo alternativo al del neoliberalismo, leamos el texto que hoy se publica -en el 115 aniversario de su natalicio, ocurrido el 16 de julio de 1894-y en el que define ,entre otros temas, el carácter de frente único del sindicato, la pluralidad en la que conviven las diferentes corrientes ideológicas y el compromiso de los maestros del SNTE en la defensa del Artículo Tercero Constitucional.

Tenemos en Lombardo una guía para la acción en la construcción del movimiento democrático magisterial poblano.

Miguel Guerra Castillo

* Versión taquigráfica de la conferencia sustentada en el local de la Sección 10, del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, sito en Belisario Domínguez Núm. 32, 3er. Piso, en julio de 1961

Compañeras y compañeros:

Dentro del programa de reuniones regionales ―que el Sindicato nacional de Trabajadores de la Educación ha realizado en diversos lugares de nuestro país― corresponde a las secciones del d. f. celebrar un ciclo de conferencias con temas de importancia.

Fui invitado para disertar acerca de la doctrina del movimiento sindical. Me parece que el tema fue bien escogido, porque a pesar de los años que tiene ya el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y, en general, el movimiento sindical de nuestro país, todavía existen algunas confusiones que es necesario disipar para que el trabajo de los maestros sea más eficaz todavía de lo mucho que ha sido hasta hoy.

¿Qué son un sindicato, una federación de sindicatos, una confederación de sindicatos y una organización internacional de sindicatos? Para mí, lo mismo es la unidad básica sindical, la agrupación de los obreros de un centro de trabajo, que una central sindical nacional y una organización internacional sindical. Se trata, en todos los casos, de organizaciones de masas constituidas para la defensa de los intereses económicos y sociales de los trabajadores.

Por eso se denominan también agrupaciones de frente único, dando a entender que lo substancial de ellas es la decisión de quienes las integran de defender en común sus derechos y sus intereses comunes. Como consecuencia de su carácter, la organización sindical puede formarse por individuos que sustenten una o varias doctrinas filosóficas o que carezcan de inquietudes teóricas, que tengan una creencia religiosa cualquiera que sea o que no profesen ninguna, que militen en un partido político o que no pertenezcan a ningún partido.

¿Por qué? Porque el derecho de pensar y de expresar libremente el pensamiento, y el derecho de actuar en asuntos políticos, son derechos del hombre o garantías individuales, que constituyen, según la estructura jurídica de México, la base y el objeto de las instituciones públicas.

El artículo primero de la Constitución declara que todo individuo gozará de las garantías que ella otorga y que no podrán nunca restringirse ni suspenderse, sino en los casos en que la propia Carta señala: graves trastornos públicos o en el caso de guerra con uno o varios países extranjeros. El artículo sexto de la Carta Magna es el que reconoce el derecho de libre manifestación de las ideas; el artículo noveno el derecho de participar en política, y el artículo 24 la libertad de profesar una creencia religiosa.

Esos derechos del hombre o garantías individuales no pueden renunciarse; no se pueden ejercitar por conducto de otros individuos o agrupaciones de individuos, porque son personales e intransferibles. Las garantías sociales, es decir, las garantías colectivas, que también reconoce la Constitución, especialmente en sus artículos 27 y 123, no son superiores a las garantías individuales ni éstas a las otras. Los dos grupos de garantías, individuales y sociales, forman la base de la organización política y jurídica de la nación mexicana. De estas consideraciones se deducen algunos principios para el movimiento sindical.

Los sindicatos de trabajadores, las federaciones y confederaciones o centrales nacionales de sindicatos, no pueden obligar a sus miembros a sustentar una determinada doctrina filosófica; no pueden vincularse a una Iglesia o a una agrupación religiosa; no pueden depender de un partido político. Y lo mismo que se dice de las agrupaciones sindicales de un país, se puede afirmar de una organización sindical internacional. Más aún, por la misma fisonomía de las organizaciones sindicales, no puede haber discriminación entre sus miembros por razón de sexo, raza, nacionalidad, profesión u oficio o del grado de su cultura. Porque lo que define a un miembro de un sindicato es su condición de asalariado, es decir, su dependencia económica de un patrón, ya sea un empresario individual, una sociedad mercantil o el Estado.

Por eso, cuando los sindicatos pierden sus características, pierden también su fuerza. La primera condición de la eficacia de las agrupaciones sindicales es su independencia. Su independencia de clase, porque sus integrantes, con sus ideas, sus creencias y su militancia política personales, forman una sola clase social: la clase trabajadora, y ésta tiene intereses distintos a la clase de los patrones que constituyen la burguesía, ya se trate de la burguesía que detenta el poder o de la que actúa fuera del gobierno.

La independencia de la clase trabajadora y el carácter de frente único de sus sindicatos, no suponen, sin embargo, que carezcan de un programa, de objetivos inmediatos y de metas futuras, y de una teoría acerca del desarrollo de su país y de los anhelos que persigue el género humano. Tampoco que carezcan de una línea estratégica y táctica para alcanzar sus propósitos. En este sentido, el movimiento sindical se divide en varias corrientes de opinión. La que sólo se preocupa por mejorar el nivel de vida de la clase trabajadora sin importarle su futuro. Esta corriente se denomina comúnmente el economismo. La corriente que está de acuerdo en el mantenimiento del régimen de la propiedad privada de los medios de producción, tratando de obtener de la burguesía los mayores beneficios. Es la corriente de la colaboración de las clases sociales. Otra más es la corriente que acepta la transformación del régimen capitalista paulatinamente confiando en que por sus contradicciones internas llegará un día en que la clase obrera tendrá el poder sin grandes esfuerzos. Es la corriente llamada reformista. Por último, la que estima que el sistema capitalista de producción debe ser sustituido por el sistema socialista, y para ello hay que crear las condiciones objetivas y subjetivas en el seno de cada país para llegar al socialismo, aprovechando la coyuntura histórica favorable para ese propósito. Esa es la corriente revolucionaria.

Consideradas así las diversas corrientes de opinión en que se divide el movimiento sindical, sólo hay, de hecho, dos corrientes que subsisten: la reformista y la revolucionaria. Porque las otras: la del economismo y la de la colaboración de clases sociales, no se proponen reemplazar al régimen capitalista por el sistema socialista de la vida social.

Esta cuestión plantea un grave problema, una cuestión muy importante para la clase trabajadora. Mientras se logra el advenimiento del socialismo. ¿Nada positivo se puede hacer dentro del régimen capitalista en beneficio de la clase obrera? Los anarquistas, desaparecidos casi completamente en el mundo entero, sostuvieron la tesis, a fines del siglo xix y en las primeras décadas del actual, de que había que luchar sistemáticamente contra el régimen de la propiedad privada, contra el Estado burgués, contra las iglesias y las creencias religiosas, contra las medidas de beneficio parcial para la clase trabajadora, para que todo el edificio de la sociedad viniese a tierra y fuera sustituido por los trabajadores. Pero la experiencia en todos los países en donde la doctrina anarquista tuvo alguna influencia, demostró que tanto su concepción del cambio de la sociedad como los métodos de lucha que ellos preconizaban, eran falsos y conducían a constantes derrotas.

Es cierto que el cambio del sistema de producción y la organización política de la sociedad no se realizan por la vía del sindicalismo, sino por la de un partido político de la clase obrera, cuyos miembros tienen la misma filosofía social, las mismas ideas políticas, la misma estrategia y táctica, y se proponen la sustitución de la burguesía por la clase obrera en el aparato del Estado. Pero los grandes cambios en la historia de la sociedad humana no se realizan de la noche a la mañana, sin antecedentes y sin preparación. Por eso, dentro del régimen capitalista no sólo es posible, sino necesario, que la sociedad progrese y que se puedan crear las condiciones necesarias para la transformación definitiva de la vida colectiva.

El paso de la esclavitud al sistema feudal fue una revolución. El paso del feudalismo al capitalismo fue una revolución también. El paso del capitalismo al socialismo implica, de igual manera, una revolución. Lo esencial en una revolución es el remplazo de la clase social que gobierna por una clase social nueva y más avanzada. En el caso del capitalismo y del socialismo, la clase burguesa debe ser remplazada por la clase obrera; pero esta revolución, la del proletariado, la revolución socialista, no es un camino recto ni fácil. Está lleno de obstáculos, de tramos complicados, de periodos de ascensión y de etapas de estancamiento. Lo que importa, en consecuencia, es saber cómo actuar dentro de un sistema complejo de la vida social, avanzando siempre con el menor número de derrotas, aprovechando los factores propicios y las circunstancias nacionales e internacionales favorables.

Esto que acabo de expresar es el marco general de la acción de la clase trabajadora para el logro de sus propósitos inmediatos y futuros, porque en cada país debe tomar en cuenta, si quiere acertar, la historia de su pueblo, sus experiencias, su sicología y su cultura, para formular su línea estratégica y táctica.

¿Qué es la estrategia? La estrategia consiste en aumentar el número de los aliados y en quitarle al enemigo o al adversario los suyos, y la táctica en emplear la fuerza propia y la de los aliados, en el momento oportuno, para lograr las metas que se persiguen.

En los países de gran desarrollo capitalista que han entrado a la etapa del imperialismo, los aliados de la clase obrera son muy pocos: los intelectuales de ideas avanzadas y los grupos sociales muy explotados y oprimidos, como sucede actualmente en los Estados Unidos de Norteamérica. En esos países la burguesía llegó hace tiempo a la concentración del capital a través de los monopolios y a la centralización de la economía nacional, o sea, a la subordinación de los monopolios de la producción y de los servicios a los monopolios del crédito y de las finanzas.

En los países en desarrollo como el nuestro, en cambio, los aliados de la clase trabajadora son muchos. En primer lugar las masas rurales, que siguen siendo la población económicamente activa más numerosa; los núcleos de población indígena no incorporados todavía en el proceso de la economía nacional; los pequeños auténticos propietarios rurales; los pequeños industriales y los artesanos, los trabajadores de los talleres; los pequeños comerciantes, y otros sectores de la población entre los cuales destacan los de la clase media, como se llama comúnmente a la pequeña burguesía Pero se plantea también para la clase trabajadora la cuestión relativa a la burguesía nacional. Porque en un país como México, fuertemente influido aún por los monopolios extranjeros, la lucha de clases no es sólo un fenómeno interno entre los asalariados y los propietarios de los instrumentos de la producción económica, sino también entre los intereses de la nación y el imperialismo. ¿Puede considerarse a toda la burguesía nacional como un instrumento del imperialismo? Evidentemente no. Sólo a una parte de ella, porque hay una contradicción de intereses entre la burguesía mexicana que quiere desarrollar sus negocios y la burguesía imperialista que quiera adueñarse del mercado interior y, además, del mercado de exportación de los productos nacionales.

Pero aparte de estos dos sectores de la burguesía, hay uno, que es el que se halla en el poder. ¿Qué intereses representa la burguesía que gobierna? No los intereses de cada una de las personas que la integran, sino el interés del conjunto de la nación en la medida en que la nación tiene intereses colectivos e indivisibles. No toda la burguesía se puede considerar como aliada o sometida al imperialismo, sino sólo aquella que está ligada económicamente a los monopolios extranjeros.

Pero en nuestro país existe, además, un hecho que lo diferencia de otros países y que consiste en que ha ocurrido un proceso de nacionalización de los recursos naturales del territorio y de las ramas fundamentales de la producción y de los servicios públicos. Este hecho no es insólito en el mundo; pero es peculiar de México. En el resto de la América Latina apenas se apunta el desarrollo con esa orientación. Tiene una importancia enorme porque ha creado una forma de capitalismo basado, por supuesto, en la propiedad privada de los instrumentos de la producción; pero con formas que corresponden a un país que todavía hace cincuenta años dependía de un modo absoluto del capital extranjero.

Cuando se piensa en que hace apenas medio siglo —la vida promedio de una generación—, dependíamos de un modo completo del capital extranjero y, particularmente, del norteamericano, y examinamos con criterio objetivo y crítico el panorama de hoy, tenemos que convenir en que el México actual es diferente del México de hace unas décadas, en lo que es substancial del proceso histórico de una nación cualquiera. El petróleo, la electricidad, el carbón mineral, los derivados del petróleo, todas las ramas de la industria energética estaban en poder de empresas extranjeras. Los principales transportes, comenzando por los ferrocarriles, pertenecían a empresas que tenían su sede en el exterior, que los habían constituido como un apéndice de la gran red ferroviaria de los Estados Unidos, para poder exportar con facilidad los minerales que aquí explotaban.

Dependían también del extranjero muchos servicios públicos, y el capital nacional estaba reducido a actividades menores, dentro de un mercado interno incipiente o insuficientemente desarrollado todavía. La industria manufacturera era la industria típica de un país colonial, y las finanzas estaban influidas por una cadena de bancos privados, agencias de las instituciones del crédito del exterior, que manejaban los más importantes negocios.

¿A qué se debió el cambio? Ante todo a la reforma agraria. El hecho de haber destruido la estructura económica del siglo xix, basada en el latifundismo, en la concentración de la tierra en pocas manos; el de haber distribuido la tierra entre un número considerable de trabajadores rurales; el de haber aumentado el número de productos agropecuarios —diversificando la producción—, creó un mercado nacional que no existía.

Por la primera vez, a pocos años de la aplicación de la reforma agraria, se fue formando un verdadero mercado nacional. Antes de la revolución había mercados regionales, porque la falta de comunicaciones y transportes hacía muy difícil el intercambio entre las zonas de producción y las zonas de consumo. Las haciendas eran las proveedoras de alimentos de las regiones próximas. Sólo los granos de las zonas agrícolas cercanas a las grandes ciudades formaban el mercado nacional.

La revolución cambió las cosas, y en la medida en que la reforma agraria se fue aplicando, el mercado doméstico se amplió y empezó a desarrollarse la industria de transformación para satisfacer la demanda creciente. La industria nacional de hoy, es fruto directo de la reforma agraria.
Pero si la revolución se hubiese detenido en la reforma agraria, aún cumplida totalmente; si se hubiera limitado a la aplicación de los derechos de la clase obrera, y no hubiera adoptado nuevas metas en el curso de su evolución, México sería en la actualidad una colonia de los Estados Unidos de Norteamérica.

¿Cuál es la causa del desarrollo de los últimos tiempos? La nacionalización. Ante todo, la nacionalización de los recursos físicos del territorio: el suelo, el subsuelo, las aguas interiores y las marítimas, los recursos forestales, etcétera. Y ante una llamada iniciativa privada que todavía hace unos años se proclamaba como el conjunto de las “fuerzas vivas” de nuestro país, aunque carecía de capitales fuertes y copada por el crédito extranjero, el Estado se vio obligado a asumir el papel no sólo de coordinador de la economía, sino de productor directo y de manejador de los intereses colectivos del pueblo y de la nación.

Estos son los hechos que nos han llevado a la situación actual, que podría definirse, desde el ángulo en que la considero, de capitalismo de Estado, que no persigue ganancias, y cuya mira política histórica consiste en lograr la plena independencia de la nación mexicana.

Por eso hay que preguntar: ¿Puede la clase trabajadora de nuestro país cerrar los ojos ante este proceso importante? ¿Debe o no debe apoyar la política de la nacionalización que adopta formas eficaces para el desarrollo, substituyendo el capital extranjero por el capital nacional y haciendo posible la liberación de México? Considero que la respuesta es obvia: la clase trabajadora debe apoyar esa política y contribuir a que se fortalezca, sin que esta actitud signifique, de ninguna manera, que la lucha de clases deba ser frenada o considerada como desaparecida, porque es un fenómeno congénito al régimen capitalista de producción y no puede desaparecer sino cuando ese régimen concluya históricamente.

Todavía hay quienes se atreven a afirmar que la lucha de clases debe desaparecer de nuestro medio. Pero debemos recordar que la naturaleza no esta constituida sólo por fenómenos de carácter físico, geológico, meteorológico y cósmico, sino también por fenómenos de carácter biológico y por fenómenos

sociales, puesto que el hombre habita la Tierra y es el transformador de la naturaleza. Esto significa que cuando se habla de la lucha de clases, siendo ésta un fenómeno social inherente al régimen capitalista de producción, se está hablando de un fenómeno de la naturaleza, que no desaparece sino cuando las causas que lo engendran desaparecen también. Decir que por un acto de la voluntad puede liquidarse la lucha de clases, equivale a prohibir las lluvias, las sequías, los temblores de tierra, el calor, el frío, la influencia cósmica sobre el pequeño planeta en que habitamos, y otros fenómenos de este carácter.

Cuándo se habla de los deberes de la clase trabajadora de nuestro país, no hay que olvidar que si se le plantea el problema de contribuir al desarrollo progresivo de la sociedad, no se está planteando la supresión de la lucha de clases. Sin renunciar a la elevación constante del nivel de vida, a mejores salarios, a una jornada de trabajo más reducida y al aumento de las prestaciones sociales, es indudable que la clase trabajadora tiene el deber de contribuir a la liberación económica de México respecto del extranjero. ¿Sólo por sentimiento patriótico? Sí, por sentimiento patriótico; pero no exclusivamente por ese sentimiento. También hay un interés propio de clase: en la medida en que México sea independiente del extranjero se va allanando el camino de la liberación histórica de la clase obrera.

Porque en la actualidad, la clase trabajadora, en términos generales, es doblemente dependiente: dependiente de la explotación natural del sistema capitalista de producción, y dependiente de la influencia perturbadora de los monopolios extranjeros. Uno o dos ejemplos bastarán para comprender el alcance de ésta mi afirmación. Hasta hace unos años todavía el salario de los obreros en las minas de nuestro país, no el mínimo, sino el de los obreros calificados, oscilaba según el precio de la onza de plata en el mercado internacional. ¿Qué pasa con las cosechas de verduras en la mejor región de esta rama de la agricultura que es Sinaloa? Mal año para la producción de tomates en el sureste de los Estados Unidos, en una parte de California y en el Hawai. Gran demanda del tomate mexicano. Buena cosecha, se cierra la frontera. Y lo mismo ocurre con el algodón y con el café, las fibras duras, particularmente con el henequén y otras mercancías que los monopolios norteamericanos obtienen de otros países y lanzan al mercado mundial.


Durante muchos años México fue un gran productor de garbanzo. Había dos mercados principales que absorbían ese producto: España en primer término, y Cuba en segundo lugar. Cambiaron las condiciones en la península ibérica, y las condiciones en Cuba y casi se suprimió la producción en Sinaloa y en Sonora. Los ejemplos pueden multiplicarse, porque casi no hay un producto nuestro que no esté sujeto a esas influencias.

Si nuestro país se va emancipando del extranjero, tiene que pensar en una cosa fundamental: el mercado interior. Porque cuando un país se desarrolla a tal punto que la principal clientela, para su producción, está constituida por los compradores nacionales, los excedentes no pueden detener el desarrollo económico. Pero cuando un país vive principalmente de lo que vende al extranjero, es que no ha alcanzado todavía su verdadera independencia.

Liberar, pues, a nuestro país del extranjero, es facilitar el camino de la clase trabajadora. En consecuencia, hay que luchar por la política de la nacionalización sistemática de nuestros recursos y de nuestras ramas fundamentales de la producción y de los servicios.

En el caso de los trabajadores del Estado, hay que hacer algunas consideraciones complementarias. El Estado en México es un patrón. Esta es una conquista de la clase obrera. Muy pocos de los maestros que están en esta sala saben que quien sentó el precedente de que el Estado es patrón en México, respecto de los maestros, fue el movimiento obrero, a través de la Federación Nacional de Maestros fundada en el año de 1926, que fue la primera organización sindical del magisterio. Había una huelga en el puerto de Veracruz, seis meses hacía que no se pagaban los salarios de los maestros dependientes del municipio y del gobierno del estado. La naciente federación peleó, y después de largas y enojosas discusiones en presencia del pueblo, como en los viejos cabildos de España, el alcalde, que era un hombre de la clase trabajadora —vendía pescado en el mercado—, dijo: tienen razón, yo acepto que el ayuntamiento es patrón de los trabajadores.

La Federación Nacional de Maestros logró que se hiciera un acta bien fundada desde el punto de vista jurídico y social, y dos o tres semanas después, con motivo de una huelga en los trabajadores de camiones de la ruta de Azcapotzalco, hubo otro precedente igual, hasta que logramos que se llegara a la jurisprudencia reconociendo que el Estado en México es un patrón respecto de sus servidores.

Ahora ese patrón es muy poderoso. Porque antes se reducía su jurisdicción a los empleados de la administración pública y a los maestros de escuela; en tanto que hoy, trata con los sindicatos más poderosos del país, los de los organismos descentralizados: los Ferrocarriles Nacionales, Petróleos Mexicanos, las empresas de la electricidad, etcétera. En esta gran lucha, lucha histórica, el snte ha tenido un papel muy valioso, por haber surgido del movimiento obrero y haber conservado con él ligas muy profundas.

Por otra parte, en el caso de los trabajadores del Estado, además de exigirle al Estado, como patrón, mejores condiciones de vida, es indudable, asimismo, que tienen la obligación de impulsar a los organismos descentralizados que por el proceso de nacionalización de la economía y de los servicios se han establecido. ¿Para qué? Para que vigilen el cumplimiento de los objetivos para los cuales fueron creados esos organismos.

¿Qué es lo que distingue a una empresa del Estado de una empresa privada? La finalidad de la producción o del servicio. Toda inversión privada persigue las mayores ganancias posibles. Toda inversión del sector público persigue los mayores beneficios posibles para la comunidad, para el conjunto de la sociedad. Por esta razón, las medidas recientes del actual gobierno para coordinar la labor de los organismos descentralizados, y para que sus ingresos y egresos sean aprobados por la Cámara de Diputados, y otras medidas semejantes, son normas valiosas para el éxito de la economía nacionalizada.

Todo esto quiere decir que la clase trabajadora no puede colocarse al margen del proceso histórico y dejar que la burguesía realice la tarea de hacer progresar a nuestro país con independencia. Esta misión histórica le corresponde, precisamente, a la clase trabajadora, como abanderada de las luchas del pueblo.

El magisterio es un sector de la clase trabajadora que sirve al Estado. Tiene el derecho de progresar económicamente; pero tiene también otra misión que cumplir, una muy alta tarea: la de contribuir a la formación de la conciencia nacional de sus habitantes, educando a las nuevas generaciones y a los adultos. Por esa razón, cuando los trabajadores de la producción y de los servicios hacen de sus sindicatos escuelas de adoctrinamiento, de preparación teórica para la lucha de clases, están cumpliendo con su deber; pero cuando los maestros de escuela en todos los niveles de la enseñanza, además de hacer de sus agrupaciones escuelas de preparación para la lucha de clases en el ámbito de nuestro país, son conscientes de que su finalidad suprema es la de formar el nuevo tipo de hombre que México necesita, nada es comparable a esta labor por su trascendencia histórica.

Los regímenes de la producción material son reemplazados por otros cuando surge un movimiento social profundo, es decir, una revolución. La producción basada en los esclavos fue sustituida por la producción basada en los siervos de la gleba; pero las ideas de la etapa esclavista se mantuvieron todavía dentro del sistema feudal. Cuando la burguesía revolucionaria en el escenario de Europa alcanza el poder y liquida el feudalismo, el sistema de producción feudal se derrumba; pero las ideas del feudalismo continúan aún dentro del sistema capitalista. Cuando el capitalismo desaparece porque es reemplazado por un sistema más avanzado, que es el sistema de la producción socialista, todavía las ideas de la etapa capitalista sobreviven dentro del nuevo régimen social.

Y no solamente existen esas supervivencias, sino que hay entre ellos un encadenamiento. No ha habido interrupción entre el pensamiento más antiguo de la humanidad y el pensamiento actual. Aun cuando no se acepte, el pasado, siempre es motivo, por lo menos, de referencia, dentro del debate de las ideas, a través del tiempo y del espacio.

Muchas cosas deben morir en México, en la conciencia de los mexicanos, correspondientes al pasado: ideas y prejuicios nacidos de la ignorancia; temores, miedo al porvenir; sentimientos nobles, pero equivocados, como el de un nacionalismo estrecho, cerrado, sin ligas con la perspectiva de la humanidad, o el concepto aldeano de una cultura local, que pretende bastarse a si misma.

Nosotros, los hombres de esta generación y los de la nueva, ya no pensamos como nuestros padres y nuestros abuelos, porque ellos vivieron en etapas que han sido rebasadas por la historia. Sin embargo, muchas de las normas del pensamiento del pasado todavía se esconden en todos, en la conciencia individual, en el seno del hogar, de la familia, en el lugar de trabajo y en el ámbito del país. Los maestros tienen la tarea de contribuir a que ese pasado que debe desaparecer, no siga teniendo influencia en el pueblo; pero para lograr este objetivo, es necesario reemplazar las ideas del pasado por nuevas ideas.

Por ventura para México, no hay nada que inventar a este respecto. El artículo tercero de la Constitución contiene para el periodo histórico que estamos viviendo, una tesis muy positiva acerca de las tareas pedagógicas, sociales y políticas de los maestros. Sin el artículo tercero, ni la revolución de Reforma ni la revolución que se inició en 1910, podrían encauzarse sistemáticamente desde el punto de vista de la formación ideológica de las nuevas generaciones.
Cuando pensamos —y eso lo saben los compañeros dirigentes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y los compañeros de sus secciones, que han ido a las asambleas internacionales del magisterio—, que todavía en Francia, en este año, en la patria de la revolución democrática, con la cual su inaugura la etapa moderna de la humanidad, en el país de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, se está discutiendo si la escuela pública

debe ser laica o no, es muy satisfactorio leer otra vez el artículo tercero de nuestra Carta Magna. Cuando en reuniones del magisterio se discute todavía, aunque parezca increíble, si los maestros de escuela deben considerarse como proletarios o no, porque la palabra proletario los ofende —sin meditar en su verdadero contenido—, o si deben estimarse como gentes de la clase media, es decir, una clase superior a la clase trabajadora, es muy placentero volver a leer el artículo tercero de la Constitución.

Por eso es tan violentamente atacado el artículo tercero; pero ya sin esperanza de éxito. Es inútil que las fuerzas regresivas de nuestro país pretendan derogar el artículo tercero, como sería inútil si emprendieran la lucha para derogar el artículo 27 o el artículo 123 y otras de las normas supremas del derecho público mexicano, porque esas instituciones vienen de muy lejos.

En estos días en que hemos recordado a Morelos, los que descubren la historia súbitamente, porque no habían meditado en su contenido, se asombran de que en las orientaciones del gran caudillo de la insurgencia se encuentran ya los gérmenes, las bases de la organización constitucional actual de nuestro país. Hace unas semanas, hice un cotejo entre cada uno de los “Sentimientos de la Nación” de Morelos, y los artículos de la Constitución actual. Excepto la disposición relativa a las relaciones entre la Iglesia y el Estado, que corresponden a una situación diferente a la de hoy, todos, absolutamente todos los “Sentimientos de la Nación” corresponden a normas precisas de la Carta Magna. En el pensamiento de Hidalgo se hallan también los trazos del México del porvenir. Los dos fueron figuras geniales en su tiempo y para todos los tiempos. Por eso, hablar de derogar el artículo tercero, el 27 o el 123, es pretender luchar contra la historia de un país viejo en el combate por la libertad y por el progreso.

Compañero Robledo, compañeros dirigentes del snte, compañeras maestras y maestros: ojalá que estas consideraciones que no son, por supuesto, exhaustivas en cuanto al tema sobre el que acabo de discurrir, puedan servir de meditación y de estudio sistemático de los problemas que planteo. Creo que así puede ser, porque en alguna ocasión, no muy lejana, dije que el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación al cual yo me honro en pertenecer como miembro de la sección 10, aunque no milite en sus filas, se encuentra en la vanguardia de los movimientos sindicales de México, porque se preocupa tanto de los problemas económicos y las reivindicaciones sociales del pueblo, como de los grandes problemas nacionales o internacionales, ya que nada de importancia, de lo que ocurre en el mundo le es ajeno.

Cuando una agrupación, como el snte, lucha al mismo tiempo por mejores salarios para sus miembros, por mejores garantías, mejores servicios, más amplia preparación profesional y levanta su voz en favor de la política internacional de México. Sostiene y explica qué son los principios de autodeterminación y de no intervención y hace oír su voz enérgica de protesta por la invasión de Santo Domingo y por la guerra infame que el imperialismo yanqui mantiene en Vietnam, la clase trabajadora de nuestro país debe sentirse satisfecha de la obra que cumple el magisterio de nuestra patria. Yo así lo reconozco.

El Congreso Estatal de Educación de Zacatecas es histórico, sin embargo, la lucha apenas comienza

José Santos Cervantes*

A iniciativa del Movimiento Democrático del Magisterio Zacatecano (MDMZ) y de la dirigencia del Comité Democrático de la Sección 34 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), encabezado por su secretario general, el compañero José Luis Figueroa Rangel, con el acompañamiento de la Coordinadora del Magisterio Democrático de Zacatecas, de la Sección 58 y con el decidido apoyo de todas las organizaciones que conforman el Frente Social por la Soberanía Popular (FSSP), se exigió al gobierno del estado presidido por la licenciada Amalia García Medina, que convocara al Congreso Estatal de Educación, después de posponerlo en diversas ocasiones por fin se logró llevar a cabo en dos fases, la regional los días 6 y 7 y la estatal el 13 y 14 de julio del año en curso de manera por demás exitosa, desde el punto de vista cualitativo y cuantitativo.

¿Por qué surgió esta iniciativa? Los antecedentes se encuentran en la movilización popular contra la llamada “Alianza por la Calidad de la Educación” (ACE), que a partir de que se dio a conocer fue analizada exhaustivamente por los trabajadores de la educación del nivel básico: preescolar, primaria y secundaria, y por las distintas instancias del Frente Social por la Soberanía Popular (FSSP); de dicho examen se desprendió que dicho pacto político, suscrito por Felipe Calderón y la cacique del SNTE Elba Esther Gordillo el 15 de mayo de 2008, se caracteriza por tres cuestiones fundamentales:

1. Constituye una imposición del Banco Mundial (BM), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID); organismos impulsores del llamado “Consenso de Washington”;

2. Atenta contra los preceptos establecidos en el artículo tercero constitucional; y

3. Violenta también los derechos laborales contenidos en el apartado B del artículo 123 de la Carta Magna.

Como parte de toda esta trama privatizadora, la dirigencia mafiosa del SNTE, desplegó todo tipo de maniobras para intentar “legalizarla”. En Zacatecas, de manera subrepticia alentó la realización de un “Foro Estatal de Educación” por parte de la LIX Legislatura del Estado, tendiente a imponer en reformas y adiciones a las Leyes Estatales de Educación y de Servicio Civil de Carrera, los programas privatizadores de la educación, así como la flexibilización y precarización de las condiciones laborales de los trabajadores de la educación.

Igualmente, lograron que, con motivo de la revisión salarial 2008, tanto el titular de la Secretaría General de Gobierno (SGG) como el de la Secretaría de Educación y Cultura (SEC), firmaran una Minuta de Acuerdos claramente orientada hacia la implementación de los programas de la ACE en el estado.

¿Cómo respondió ante todo esto el movimiento magisterial? Manteniendo en la lucha la más amplia unidad con otros sectores de trabajadores, que forman parte también del FSSP; porque está claro que el enemigo que enfrenta es sumamente poderoso; no es sólo el gobierno estatal y los diputados locales ni sólo Calderón y Gordillo; si sólo fueran estos la ACE ya se hubiera echado abajo. Es el imperialismo, yanqui sobre todo, que pretende reforzar su dominio sobre nuestro país, adueñándose de otro sector estratégico: el educativo. Los dirigentes del movimiento magisterial democrático comprendieron que la lucha contra la ACE forma parte de la lucha por la liberación nacional, en la que deben participar unidos todos los sectores progresistas de la sociedad.

Gracias a esto, el poderoso movimiento social que se generó en contra de la ACE logró victorias importantes, que en otras entidades desafortunadamente no se han podido alcanzar, por ejemplo: haber obtenido el compromiso de la gobernadora Amalia García en el sentido de que no firmara la ACE; que la Legislatura desechara el intento de madruguete legislativo promovido por los dirigentes sindicales “institucionales” del SNTE, y que haya adoptado una posición crítica frente a la Alianza; que el anterior titular de a SEC se retractara de su defensa a ultranza de la ACE; la realización del Foro Estatal de Educación en el mes de octubre de 2008, convocado por el gobierno del estado a través de la SEC, para analizar críticamente la realidad educativa y proponer un modelo de educación alternativo al neoliberal; y el más importante, arrancarle el compromiso al gobierno del estado, de realizar un Congreso Estatal de Educación, que incluyera el análisis de todos los problemas por los que atraviesa la educación pública en todos los niveles, modalidades e instituciones educativas del Estado.

Todo esto con el fin de evitar la imposición de los planes por parte de la gran burguesía y el imperialismo, representados por Elba Esther Gordillo y sus operadores políticos en el estado, que pretenden modificar nuestra legislación educativa y laboral de jurisdicción estatal a la medida de los intereses de sus amos. De esta manera se constituyó una comisión interdisciplinaria del Frente Social y del magisterio movilizado, para participar en la construcción de una vía legal y legítima, basada en los preceptos constitucionales e impedir la imposición de los programas de la ACE en el estado por parte del gobierno federal, valiéndose del chantaje presupuestal.

Así se llegó al Congreso Estatal con un temario propuesto por una comisión interdisciplinaria del Frente Social que incluyó temas para nueve mesas de trabajo en ambas fases del Congreso: axiología y teleología de la educación pública en México (problema de cualidad); financiamiento de la educación pública en el nivel básico; cobertura y equidad en educación básica; curriculum y calidad educativa; infraestructura física y equipamiento; la dimensión laboral en nuestro proyecto educativo; formación docente; participación social en la educación; y, planeación y evaluación. Todos divididos en diferentes subtemas.

Para desalentar la participación de los delegados se establecieron condiciones rigurosas que deberían reunir las ponencias desde el punto de vista de su elaboración, cuestión que no impidió que se registraran más de cuatrocientas, a pesar de que las fechas que fijó el gobierno para la realización del Congreso eran las más inapropiadas, porque la mayor parte de los trabajadores de la educación en todos sus niveles, se encuentran atareados en todo tipo de actividades burocráticas de fin de cursos y que el FSSP tuvo que aceptar para no dejar pasar más tiempo porque como ya se mencionó el gobierno estatal había pospuesto su realización varias veces con distintos pretextos, con el fin último de que no se llevara a cabo.

A la fase estatal llegaron cerca de cuatrocientos delegados, entre los que se encontraban además de trabajadores de la educación básica, media, media superior y superior, representantes de diferentes organizaciones sindicales y sociales e invitados de otros entidades; los intelectuales universitarios zacatecanos, con sus debidas excepciones, brillaron por su ausencia, porque la educación universitaria lleva varias décadas ya, divorciada de la realidad y por tanto de los problemas sociales que privan en el estado.

La representación del gobierno estatal “de izquierda” fue mínima, los legisladores zacatecanos, estuvieron ausentes sin excepción. Fue un ¡Congreso Popular de Educación!, para crear una nueva Ley Estatal de Educación.

Pero ¿qué entiende el FSSP, por una nueva legislación educativa? ¿Es sólo una cuestión académica? ¿Un problema de planes de estudios, de métodos de la enseñanza, de programas de las diversas asignaturas y del sistema de comprobación del aprendizaje, de sistemas de evaluación, de financiamiento o es un problema político? No hay duda de que se trata, principalmente, de un problema político y, secundariamente, de una cuestión académica.

La nueva legislación educativa no se puede ni plantear ni discutir fuera del esta­dio histórico en que estamos viviendo y de sus perspectivas inmediatas y futu­ras. La Revolución Mexicana hace años dejó de ser un choque armado en­tre las fuerzas conservadoras y las partidarias del progreso al debate de las ideas. Porque el en­cuentro, la discusión, los objetivos que se persiguen, se encuadran dentro del debate histórico por emancipar a nuestro país de las influencias expansionistas y hegemónicas del imperialismo principalmente norteamericano, y por mejorar la vida económica de las grandes mayorías y la vida democrática de la nación.

O dejamos que la Revolución se convierta en una entelequia, haciendo transacciones con las fuerzas so­ciales que ya considerábamos vencidas por nuestro pueblo y que en los últimos cinco lustros se han impuesto debido a factores externos y prevaricaciones internas o prosigue su camino, que ha costado muchos años de sacrificios, de privaciones y de esfuerzos de todos los que participan en la evolución de nuestro país, que mira hacia adelante y no hacia atrás.

Afirmamos que la educación debe ponerse al día con el ritmo del desarrollo de las fuerzas que luchan contra el neoliberalismo y el imperialismo, que en el terreno de la organización y movilización ha lo­grado nuestro pueblo en la última década. Porque no sería lógico, sino hasta trágico, que el movimiento social que está luchando por la liberación nacional permitiera que hubiera una educación sin rumbo, o de acuerdo con los intereses concretos, materiales y políticos de la clase social a la que se pretende echar del poder.

El Congreso Estatal de Educación, cumplió con todas estas expectativas, sus resolutivos que todo el pueblo y la clase trabajadora de Zacatecas y del país entero deben conocer, reafirman los postulados para que el pueblo zacatecano, no sólo recupere y haga respetar las tesis contenidas y el espíritu del Artículo Tercero Constitucional, fruto legítimo del proceso revolucionario mexicano, sino que sobre esta base se apliquen políticas educativas que garanticen: la cobertura total de la demanda educativa en todos sus niveles; con la calidad necesaria para preparar mexicanos con una sólida formación científica, humanista, solidaria, libertaria y patriótica, cuya orientación sirva para crear los cuadros científicos y técnicos que el desarrollo económico y social de nuestro estado y país necesitan para lograr el crecimiento de las fuerzas productivas con independencia del extranjero y para que se respeten y amplíen los derechos laborales de los trabajadores de la educación en todos su niveles.

El mandato del Congreso es que la esencia de sus resolutivos sean la base para elaborar una nueva ley, trabajar para presentarla al poder legislativo y una vez aprobada, exigir su aplicación cabal, pero al no tener representación en la Legislatura, el FSSP seguramente optará para presentar la iniciativa de ley por la vía de la iniciativa popular que está contemplada en la Constitución Política del Estado de Zacatecas. Todo esto convierte al Congreso Popular de Educación en un hecho histórico, que establece un parte aguas en la lucha de las masas populares en Zacatecas, pero la lucha apenas comienza.

*Integrante de la Coordinación Ejecutiva del Frente Social por la Soberanía Popular.

COMO VENCER LA CRISIS DE LA EDUCACION EN MEXICO

Viernes, 17 de Julio de 2009


Cuauhtémoc Amezcua Dromundo [1]

Desde el punto de vista de sus objetivos, la educación está atrapada entre dos concepciones opuestas: una que se asienta en el artículo tercero de la Constitución fruto del largo proceso del desarrollo histórico de México y las luchas y anhelos de su pueblo, y la otra, la que se vincula con los intereses del mercado internacional de nuestro tiempo, regido por el capital financiero y corporativo internacional.

Cada vez más en los últimos años, se ha venido imponiendo en los hechos esta última, entre otros medios, por reformas jurídicas de diverso nivel, decisiones de carácter administrativo y diferentes actos de autoridades políticas, líderes sindicales devenidos en caciques, e intereses particulares, sin que se haya abierto una reflexión sobre el problema ni se haya reparado en los daños que conlleva. La irrupción de esta concepción, que se presenta como “modernizadora” en el sentido del término que suele usar en sus memorias el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, constituye una causa fundamental de la profundización de la crisis de la educación que sufre México.

Pocos temas existen tan estrechamente ligados con tan diversas disciplinas, como la educación. Excede con mucho a las cuestiones técnicas y pedagógicas, y se vincula con el derecho, la filosofía, la sociología, la historia y la filosofía política. Por eso, no es casual que en México, todos los textos constitucionales del pasado y contemporáneos, “todos los planes políticos, y las propuestas y ofertas de gobierno, se han referido al tema de la educación.” [2] Los planteamientos han respondido en todos los casos a las ideas enarboladas por la corriente que los sustenta, puesto que en un tema fundamental como la formación de la conciencia de las nuevas generaciones y su consecuente impacto sobre la sociedad en su conjunto, la neutralidad ideológica no existe.

El artículo tercero constitucional vigente, en lo que se refiere al objetivo de la educación, fue el resultado de una reforma constitucional, realizada en 1946. En su texto se establecen los rasgos característicos del tipo de mexicano que requiere nuestra sociedad en la época contemporánea y, en consecuencia, del tipo de educación. Su contenido se resume en los siguientes postulados:

1) Requerimos que los mexicanos de la nueva generación sean patriotas, es decir, que sustenten la convicción de la defensa y vigorización de nuestra identidad nacional, sobre todo en esta época de expansión transnacional económica, política e ideológico-cultural, entre otras, contando ésta última con medios a su servicio cuyo potencial tecnológico les permite impactar de manera prodigiosa en la imaginación y la mentalidad individual y colectiva.

2) Sin embargo, al mismo tiempo que patriotas, los mexicanos que formemos han de ser solidarios con los pueblos hermanos que luchan por liberarse de la dominación extranjera y por construir sociedades justas. Los aspectos indicados en estos dos numerales se expresan nítidamente en el apartado “I” del artículo 3º, que establece que la educación, “tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano...”; “...y fomentará en él, a la vez, el amor a la patria y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia”.

3) Requerimos de mexicanos ajenos a los prejuicios y fanatismos, que estén en uso, por tanto, de todo el potencial de una inteligencia libre de cadenas, como se señala en apartado “II”.

4) Requerimos de mexicanos formados para que vivan dentro del régimen democrático y, consecuentemente, para que luchen por que éste exista, a plenitud. Sobre este particular, hay que destacar que el concepto de democracia que contiene el artículo tercero constitucional es avanzado y profundo, pues precisa que la democracia debe ser considerada “…no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”. [3] Es decir, la democracia, para serlo, necesariamente debe trascender lo formal y procedimental y concretarse en el mejoramiento del pueblo en todos los órdenes, como lo establece la norma.

Se hace necesario señalar, en este punto, que Jaime Torres Bodet, quien era Secretario de Educación Pública en la época de esta importante reforma constitucional, reconoció en justicia, que “Lombardo Toledano... si no me engaña el recuerdo, (fue autor de) dos sugestiones: la de mencionar ‘los resultados del progreso científico’ como base de la enseñanza y la de aludir a la democracia no solamente como a un régimen político, sino como a un sistema de mejoramiento económico, social y cultural”. En contraste con esta definición justa y avanzada de democracia, el régimen “democrático” de México, vigente en las últimas décadas, se ha alejado cada vez más de dicha definición y, por tanto, se ha distanciado de los anhelos del pueblo, al mismo tiempo que se ha vuelto violatorio de la Constitución.

5) Requerimos mexicanos nacionalistas, pero con el tipo de nacionalismo que se define en el propio mandato, respecto del cual, Lombardo precisa que es la primera vez que en una Constitución se habla sobre el nacionalismo, y destaca la diferencia de éste nacionalismo nuestro con respecto de otros, los que ejercen los países poderosos, que es agresivo y pretende justificar sus tendencias intervencionistas y dominantes. El artículo tercero dice, respecto de la educación, que ésta: “Será nacional, en cuanto -sin hostilidades ni exclusivismos- atenderá a la comprensión de nuestros problemas, al aprovechamiento de nuestros recursos, a la defensa de nuestra independencia política, al aseguramiento de nuestra independencia económica y a la continuidad y acrecentamiento de nuestra cultura”. Lombardo afirma que éste es un concepto nuevo, “nacionalismo no como una categoría jurídica ni sólo como una tesis política, sino como una programación del aprovechamiento de las riquezas naturales para hacer posible el progreso del país. Nacionalismo, además, para defender la independencia política de nuestra patria...” [4] Y enfatiza sobre la importancia de la independencia económica, porque “sin ésta, la independencia política es precaria, como la experiencia lo ha demostrado.” [5]

6) Requerimos mexicanos de la nueva generación que, asimismo, adquieran la formación educativa que se expresa en la norma citada, en el sentido de que “Contribuirá a la mejor convivencia humana, tanto por los elementos que aporte, a fin de robustecer en el educando, junto con el aprecio para la dignidad de la persona y la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, cuanto por el cuidado que ponga en sustentar los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos los hombres, evitando los privilegios de razas, de sectas, de grupos, de sexos o de individuos”.

Lombardo destaca además otra tesis de alto valor en el artículo tercero, al contestar a las preguntas de ¿a quién corresponde la tarea de formar a las nuevas generaciones? ¿A quién compete formar la conciencia nacional a través de la escuela? Y responde enfáticamente: “Es al Estado al que corresponde educar”.

En contraste con la justeza y la riqueza axiológica y teleológica del artículo tercero, han venido operando acciones que tienden a preparar mexicanos que no sean patriotas ni defensores de nuestra identidad cultural, sino una generación carente de memoria histórica y de amor a la patria; una que acepte dócilmente el dominio de las fuerzas económicas trasnacionales, y de la fuerzas políticas y militares de las grandes potencias, en especial de Estados Unidos; mexicanos que incluso vean como deseable la incorporación de nuestro país al de junto, al norte, en calidad de subordinado o “patio trasero” como nos han llamado históricamente los ideólogos del monroísmo y del imperialismo. Acciones que tienden a formar una nueva generación de mexicanos que no aprecien, defiendan y desarrollen nuestra cultura, sino que vean la ajena como superior. Que no sean solidarios con los pueblos hermanos de América Latina y el mundo, sino que vean con desdén las acciones liberadoras y reivindicativas, en lo político y en lo económico. Que se sientan al margen de las luchas por recuperar nuestros recursos naturales, que los vean como actos de “agitación” estéril y repudiable. Y que, confundidos, crean que la “democracia” puramente formal es la verdadera democracia. La acción corrosiva de tales tendencias, aunada a la acción siempre regresiva del viejo clero político, a las disposiciones privatizadoras, a los escasos recursos económicos y materiales que se destinan a esa noble tarea, y los bajos salarios de los trabajadores de la educación, han provocado una profunda crisis en esta materia en México, que es urgente y necesario resolver.

Frente a ese desastroso panorama, además de una justa política presupuestaria y salarial, es indispensable, el rescate vigoroso del valioso contenido del artículo tercero constitucional. Su difusión por todos los medios posibles. Su valoración, por medio del análisis y la reflexión colectiva. El cotejo de sus postulados, respecto de las medidas regresivas que abundan. El estudio y la difusión de las tesis de Vicente Lombardo Toledano, pensador profundo, educador en el más alto sentido, sobre las aspectos axiológicos y teleológicos de la educación, contenidos en la norma constitucional. Todo esto es indispensable, para superar y revertir la crisis de la educación en México.

Notas:

1. Resumen del contenido de la ponencia presentada en el Congreso Estatal de Educación, Zacatecas, 13 y 14 de julio de 2009.

2. Mario Melgar Adalid, “Comentario al artículo 3º” en Derechos del Pueblo Mexicano, México a través de sus Constituciones, tomo I, página 114, Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, en colaboración con el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM y la Editorial de Manuel Porrúa, primera edición, 1966.

3. Jaime Torres Bodet, Años contra el tiempo, autobiografía del autor, citada por Guillermo Morfín García, en la “Presentación” de la obra Idealismo vs. Materialismo. Polémicas filosóficas Caso-Lombardo, Caso-Zamora, Caso-Lombardo. Editada de manera conjunta por la Masonería Filosófica de Michoacán, el CEFPSVLT y la Asociación Francisco J. Múgica.

4. Ver “Las cinco tesis del artículo tercero constitucional”, en Vicente Lombardo Toledano, Obra educativa, volumen II, Primera Edición, Instituto Politécnico Nacional, México, 1987, Segunda Edición, corregida y aumentada, CEFPSVLT, México, 2002, páginas 179 a 186.

5. XI Ibídem.